Poder oculto del hongo de Mario Bros a través de la Historia
Muchos de nosotros crecimos de la mano de un Mario, ese simpático personaje que desea rescatar a su princesa sin importar los obstáculos que deba sortear. Junto a él podemos observar a un pequeño hongo que, a lo largo de los años, se ha convertido en un ícono mundial que nos remite a su mundo, pero, ¿qué es lo que la hace tan especial?
Las malvadas tortugas de la tribu Koopa invadieron el pacífico Reino de los Hongos, doblegando a su indefenso pueblo con el tiránico poder de la magia negra que sabían manejar, destrozando así el equilibrio de todo el Universo. Sólo la bondad de una persona era capaz de revertir los maleficios que habían convertido en piedra a los amables hongos Toads: la Princesa Toadstool (posteriormente conocida bajo el nombre de Peach). Sin embargo, el despiadado soberano líder de los hechiceros, Bowser, la tomó como su prisionera, dentro de errantes calabozos difíciles de localizar, confinándola a la soledad, a la oscuridad y al abandono. No obstante, el destino decidió que un hombre extraordinario —conocido anteriormente por el apodo de Jumpman, debido a la proeza que demostró con sus saltos en la batalla contra Donkey Kong—, fuera el héroe que la pusiera a salvo de las tenebrosas garras de su raptor. Su nombre era Mario, un humilde plomero del Bronx, quien junto a su hermano Luigi inició una expedición en su búsqueda.
Su valentía no sería suficiente para enfrentar la miríada de trampas y obstáculos que les tenían preparados sus cruentos enemigos. Por ello, con el poder de la naturaleza a su favor, estos defensores de la justicia hallarán diversos elementos ocultos a lo largo del sinuoso camino, los cuales les proporcionarán una fuerza sobrehumana para abrirse paso entre tantos monstruos. De entre ellos, el más emblemático y primordial, que permite que se activen todos los demás poderes (sin él, el resto sólo lo aumentan de tamaño), es el místico hongo de sombrero rojo con motas blancas, conocido en el mundo la ciencia por su nombre en latín: Amanita muscaria.
Ninguno de los fanáticos de este juego hemos podido abstenernos de vaciar nuestra billetera cuando nos encontramos ante el tesoro de una camiseta estampada con la imagen de esta planta. Es importante mencionar que esta especie del Reino Fungi se ha consolidado como el hongo por excelencia no sólo en el videojuego que marcó nuestra infancia, sino en casi todos los ámbitos fantásticos de nuestra cultura; así, desde los cuentos de hadas hasta en historietas como los Pitufos, podemos ubicar su clásico colorido, haciendo las veces de casa para duendes o como un personaje en sí mismo. Y no es para menos que se le vincule con toda clase de ensueños, pues este pequeño ser de inocente apariencia guarda en su interior sustancias psicotrópicas que provocan alucinaciones de alto nivel, por lo que se le ha conferido una posición sagrada entre numerosos pueblos antiguos.
Precisamente, la idea de la súper fuerza que obtiene Mario de ella, quizá tiene su origen en una leyenda koryak (pueblo indígena del krai de Kamchatka en el Extremo Oriente ruso), en la que el protagonista, Gran Cuervo, se ve en aprietos cuando intenta regresar un pesado cetáceo al agua después de haberlo capturado. Acude en su ayuda el gran dios Vahiyinin, quien le aconseja comer espíritus de wapaq para obtener el vigor necesario para llevar a cabo su tarea. El dios escupió sobre la tierra, y en el acto crecieron estas magníficas setas que se propagaron por el globo. Luego de comer una, Gran Cuervo no sólo pudo mover sin problemas al mamífero acuático, sino que quedó fascinado con los misterios de su poder, por lo que ordenó a su gente aprender todo lo que wapaq podía enseñarles.
Numerosos investigadores científicos se dispusieron a descubrir qué era aquello que dotaba de magia a dichos hongos, siendo Eugster, de Suiza, y Takemoto, de Japón quienes encontraron la respuesta. Ambos aislaron sus compuestos hasta encontrar a los causantes de la psicotropía, encontrando el ácido iboténico y el alcaloide muscimole, sustancias responsables de la alteración mental. Sucede pues, que quienes saben, comen el hongo después de someterlo a un proceso de secado, debido al cual ocurre una transformación química que convierte el mencionado ácido iboténico en muscimole, su constituyente más activo.
Estos componentes, dicho sea de paso, circulan por nuestro cuerpo sin ser metabolizados, lo que provoca que sea posible localizar metabolitos aún activos en la orina del consumidor. Por tal razón, hace mucho tiempo, los koryak pobres que no podían acceder al hongo, esperaban ansiosos afuera de las tiendas de campaña de los pudientes que se intoxicaban con él, aguardando por el momento en que aquéllos salían a hacer sus necesidades, con el fin de recolectar su orina en algún cuenco, la cual bebían gustosos pues les ocasionaba casi el mismo efecto: los sentidos se trastornan, los objetos se vuelven más grandes o pequeños, y tiene lugar una serie de sensaciones diversas, que nombradas de manera sintética son: euforia, relajación física, marcada analgesia, diálogo interno, sinestesia, claridad de pensamiento, concentración en el interior, sentimientos sexuales, alucinaciones severas, etcétera.
Por esto y por muchas razones más, chamanes de diversas culturas se han aliado con este pequeño primo de los champiñones, ofrendándole prácticas ceremoniales a cambio de sus provechosas conexiones con otras realidades suprasensoriales. A lo largo de todo el continente americano se ha propagado la importancia de su existencia, y quienes se han vuelto devotos le han designado diversos nombres que evidencian su importancia y el respeto que le tienen.
Tal es el caso de los mayas de las tierras altas de Guatemala, quienes lo llamaron kakuljá-ikox, que significa Hongo del rayo; los dogrib athabascan, pobladores de las montañas Mackenzie al noroeste de Canadá, utilizan el hongo y en la actualidad es una suerte de sacramento dentro de su cosmogonía. Lo mismo ocurre con los indígenas ojibwa que habitan en Michigan, para quienes esta seta desempeña un papel de notable significación en las ceremonias tradicionales que celebran una vez al año.
Siguiendo por la línea temporal, y remontándonos a un pasado más remoto, no debería sorprendernos que antiguas escrituras de la tradición hindú le dediquen, en el ancestral libro del Rig-Veda, escrito aproximadamente en el 1700 a. C., 120 de sus mil himnos sagrados al poder del soma: narcótico divino compuesto principalmente de un extracto obtenido de la Amanita muscaria. Los arios no sólo lo adoraban, sino que lo consideraban como un dios por sí mismo, al que llamaban Indra, hijo de Parjanya, dios del trueno. Uno de los más hermosos versos que le dedicaron y que da cuenta de su magnitud en el panteón es el siguiente:
“Padre de los dioses, progenitor de la fuerza vital, fundamento del cielo, fundación de la tierra”.
Actualmente lo retro está cobrando mayor importancia, pues el cariñoso influjo de nuestra nostalgia demanda que vuelvan a la vida aquellos objetos que, como el NES y el SNES, nos dieron alegría en esta dificultosa carrera de crecer.
Para quienes nacimos en los 80, Mario es más que un personaje de la ficción. Sus vicisitudes se han vuelto nuestras, lo mismo que sus triunfos, y recordar nuestros años dichosos es recordarlo a él, ya sea solo o acompañado, mudo o con voz, en 8 bits o tridimensional, sobre un go-kart o a pie, dando saltos o jugando futbol. A la par que sus aventuras, las nuestras se han desenvuelto también con infinitud de obstáculos, y más de una vez hemos soñado con obtener la estrella dorada que nos vuelva invencibles ante los infortunios. Si bien es cierto que esto no es posible, por lo menos nos queda latente la esperanza; la ilusión de mejorar como sociedad en el mundo es lo que nos permite seguir adelante ante el mal sabor de desastres peores que los cometidos por los Koopa.
Sirvan de homenaje a él y a sus creadores estas humildes palabras, pero también a todos los sabios del pasado, quienes ahondaron en la espiritualidad con todas las herramientas a su alcance. Sin ellos, nuestra historia humana no sería tan vasta y tan rica como ahora lo es.
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